domingo, 27 de noviembre de 2016

Escribiendo paisajes. Ejemplos.

Madrid

Textos literarios y geográficos

“De la Puerta del Sol arranca la calle más importante de Madrid: la famosa calle de Alcalá, una de las más largas y hermosas de Madrid, que une el centro de la villa con el popular barrio de Las Ventas, donde está la nueva Plaza de Toros. A la izquierda, siguiendo hacia Cibeles, están el Casino de Madrid y la iglesia de Las Calatravas. A la derecha, donde empieza la Gran Vía, vemos el Círculo de Bellas Artes, y al lado el Ministerio de Educación. Pasadas las calles del Barquillo y del Marqués de Cubas, encontramos a la izquierda el Ministerio del Ejército, edificio importante de arquitectura neoclásica, y a la derecha, el Banco de España, soberbia construcción de la segunda mitad del siglo XIX. La primera plaza que encontramos ahora es la de la Cibeles. La plaza de la Cibeles tiene una bella fuente monumental, uno de los emblemas de Madrid. Desde aquí podemos subir hasta la plaza de la Independencia, en la que se encuentra la Puerta de Alcalá, alzada en tiempos de Carlos III por el arquitecto Sabatini. Continúa después la calle de Alcalá y se hace más popular después de pasar el Parque del Retiro, y continúa hasta la Plaza de las Ventas, donde está la Plaza de Toros”. 

César González-Ruano, Cuentos y novelas de Madrid (texto adaptado)



Ejemplo una descripción literaria. Describiendo un paisaje.

En el llano dilatado y árido los rayos del sol tuestan la yerba que crece entre los matorrales, cuyos arbustos raquíticos entrelazan sus ramas débiles y rastreras con las retorcidas espirales de las parásitas de hojas secas y polvorosas.

En las sendas desnudas, abrasa la arena negra y gruesa, y entre los matojos óyese el ruido que producen las culebras y lagartijas que, hartas de luz y calor, se deslizan buscando un poco de sombra entre el escueto ramaje de las murtillas y los tallos de los cardos erguidos y resecos.
Baldomero Lillo

En las estrechas calles toledanas todavía era de noche. La azul claridad del alba, que apenas, lograba deslizarse entre los aleros de los tejados, se esparcía con mayor libertad en la plazuela del Ayuntamiento, sacando de la penumbra la vulgar fachada del palacio del arzobispo y las dos torres encaperuzadas de pizarra negra de la casa municipal, sombría construcción de la época de Carlos V.
La catedral. Vicente Blasco Ibañez

Era una fría y triste noche de otoño. El cielo estaba encapotado por densas nubes, y la total carencia de alumbrado terrestre dejaba a las tinieblas campar por su respeto en todas las calles y plazas de la población.
El afrancesado. Pedro Antonio de Alarcón

Pesados, plomizos nubarrones avanzaban casi tocando las cumbres de las altas montañas que limitaban el horizonte de la casa de don Robustiano; las hojas de los castaños que la circundaban no se movían; los vencejos se cernían y revoloteaban sobre el campanario de la aldea, como si jugaran a las cuatro esquinas; el aire que se respiraba era tibio; el calor, sofocante. De vez en cuando se rasgaban los nubarrones, y una rúbrica de fuego, precursora de un sordo y prolongado trueno, daba fe de que se estaba armando por allá arriba el gran escándalo: los obreros se apresuraban a hacinar en la mies la hierba segada y seca;
José María de Pereda



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