sábado, 10 de junio de 2017

La vida en la prehistoria

Mi vida cotidiana en la Prehistoria.


En mi aldea colaboramos todos para que haya comida, agua... Hay un grupo que se encarga de pescar, otro que se encarga de cazar, otro grupo que se encarga de hacer ropas... Yo pinto en las paredes de las cuevas, hago pinturas rupestres. No aporta mucho a la tribu, pero me gusta pasarme horas pintando animales para representar la caza. Y ¿por qué la caza? Porque a mi siempre me ha gustado mucho la caza, tanto que yo iba a cazar hasta que un día, un animal que intentaba cazar, me tiró al suelo y me partí una pierna. Al principio estaba triste, pero descubrí que podía hacer pinturas con barro, con carbón... Y, bueno, éste es mi día a día, pintando en las paredes para, que de una manera u otra, queden grabadas en las paredes de nuestras cuevas y les de suerte a los que cazan fuera. 
Erika Fernández Galeote


La lucha por la supervivencia en esta etapa de la Historia era muy dura. El hombre se protegía viviendo en cuevas. Por eso, en algunas cuevas han aparecido pinturas rupestres representando la forma de cazar de éstos  y los alimentos que conseguían.
Se alimentaban de lo que cazaban, pescaban y frutos que encontraban en la naturaleza. A veces, incluso se tomaban la carne de animales muertos.
Cuando ya en una zona no conseguían más alimentos, se trasladaban a otro lugar, llevaban una vida nómada.
La vida del hombre, en estos años, tenía una corta duración. La mala alimentación hacía que padecieran enfermedades mortales, incluso morían por fracturas de huesos e infecciones de muelas. 
Cristina Ortiz Soult





Cuando sale el sol doy una vuelta por todos los árboles que dan frutos y si están a punto, los recolecto. Luego, dedico tiempo a fabricar herramientas con mis compañeros. Para probarlas me voy al río de pesca para coger buenos pescados para comer. Después de un buen rato de pesca, me doy un descanso. Mientras, espero a los grupos que han salido de caza para regresar juntos. 
Si ha habido suerte, traerán un animal grande o mediano o pequeño, porque también hay otras tribus cazando y es difícil.  
Si nos encontramos una tribu con otra nos peleamos a muerte y no queremos que maten a nuestros hijos. 
Llegamos todos juntos y preparamos la carne o el pescado, encendemos el fuego, los asamos y disfrutamos de a comida. 
A veces, formo parte del grupo que se queda de guardia toda la noche. 
Samuel León Jiménez


¡Hola! Soy Karoum. Soy un niño que ya hace un año que salí de la barriga de mi madre. Quiero hablaros de mi poblado, los Yakamara. Casi todas las mañanas me voy con mi madre a su trabajo. Ella hace fuego. O acompaño a mi padre que trabaja pintando pinturas rupestres. Mi padre era antes cazador, pero él no soportaba que matasen a los animales y en vez de cazarlos, prefería pintarlos. Yo, de mayor, quiero pintarlos, igual que mi padre, utiliza carbón para dibujarlos y sangre con frutos para pintarlos. 
Mi madre utiliza dos palos para hacer fuego haciéndolos frotar. Pero no solo hay dos trabajos, sino muchos más, recolectar frutos, fabricación de herramientas, cazar, pescar, curtir pieles...
Bueno, os dejos que me llama mi madre. ¡Adiós!
Kevin Gómez León




Salí de mi cueva como todos los días para buscar comida. Mientras caminaba encontré dos piedras  y como me aburría, comencé a golpearlas una contra otra hasta que !pum! saltó una chispa y prendió fuego a unos matorrales secos. Comenzó a llover y me refugié en una cueva. cuando escampó, salí a buscar la comida que aún no había encontrado y con mucha suerte cacé un gran bisonte. 
Con mis chiflidos  avisé a mis compañeros para que me ayudaran a llevar la comida de varios días a la cueva. Recordé que en lo más profundo de ella había unas piedras y las cogí para hacer fuego. Froté las piedras junto a unos cuantos palos amontonados  e hice una hoguera brillante. 
Mientras intentaba cortar la carne con mis dientes me dije a mí misma ¿Y si la pongo un rato al fuego, será más fácil de cortar? Lo hice y la carne comenzó a ponerse dorada . Ya estaba cansada  y tenía bastante hambre y le pegué un bocado ¡Era la mejor carne de bisonte que había probado en toda mi vida!
Ana María Orozco. 



Soy Kaketi, un nómada que desde que cumplió los diez años va de caza con su padre. De vez en cuando voy con mi madre a coser pieles para taparnos y refugiarnos del frío. Ayudo en otras labores como fabricar armas y herramientas de piedra. 
He pasado por peleas entre tribus y he hecho trueques con otros niños cambiando pescado o frutos por plantas que sirven para curar las heridas. 
José Manuel Navarrete



Mi abuela dejó olvidado un trozo de piel de animal, no sé de qué parte del animal sería para que tuviera la forma de la luna grande. La había cosido alrededor dejando un hueco por el que se me ocurrió meter el cráneo de un animal que nos habíamos comido.  Cosí el agujero para que no se saliera. Rodó por la hierba y le dí patadas de todas clases y otros niños vinieron y también le dieron patadas hasta que se hizo de noche y tuvimos que volver al interior de la cueva. Quiero contarlo para que otros niños  lo pasen tan bien como nosotros . Tal vez dentro de mucho tiempo, veinte mil años, haya niños que sigan jugando a este juego tan divertido. 
Raúl Lobato nos ha dado la idea...